Se acercan las fechas de la llegada de Santa Claus y, los Reyes Magos. Reflexionemos sobre lo que le pedimos como regalos para nuestros hijos.
Todavía recuerdo con nostalgia, mi infancia, donde cada trozo de cartón, podía ser la pared de un castillo, o, la puerta de una cabaña entre un montón de paja, donde el palo de una escoba, era la espada, con la que el valiente guerrero defendía su territorio Donde los cartones de las cajas de cerillas, bien cortadas por las esquinas, eran sendos trofeos de competición disputados con los amigos Era una época, donde el límite de la imaginación para los niños, era el infinito.
No comparto, con los que defienden que, los videojuegos estimulan la imaginación de los niños y, los hacen más diestros. Los videojuegos, son un plan perfectamente orquestado para que, desde la más tierna infancia, sientas atracción, un determinado estimulo que, dependiendo de los intereses de algunos, te irán guiando, de manera muy sutil, hacia un objetivo perfectamente calculado.
En el camino van logrando otras metas, incomunicación, lo que causa, falta de capacidad para dialogar, aislamiento, sentirse a gusto en soledad, Todo ello, permite la fácil manipulación del individuo. Por lo tanto, al final del aprendizaje, tenemos una sociedad adoctrinada y fácilmente manipulable por las élites dirigentes. Ejemplo de ello, infinitos y, a la vista.
Puede que las ventas, cada vez mayores de este tipo de diversión, nos confundan y nos hagan pensar que, si tanta gente los consume, los videojuegos, no puede estar equivocada.Que, si cada vez se gastan más millones de euros en sacarlos al mercado con anuncios mil millonarios, no puede ser dañino para la salud física y mental.
Pensando en esto, me hago la siguiente pregunta, ¿Cuántos de estos juegos, permiten o estimulan la participación de grupos?, ¿Cuántos juegos de estos, permiten que, en torno a él, se abran debates y discutan ideas?. Todo ello, me lleva a la conclusión que, lo que no se ejercita se atrofia, el compartir, el debatir, el argumentar, son prácticas caducas, del siglo pasado, de nuestros abuelos.
Para ver lo importante que son estas cualidades, basta con tomar en cuenta que, lo primero que hacen algunos regímenes, cuando quieren controlar a una sociedad, es, prohibir las reuniones para que las personas hablen y, compartan opiniones, como hoy por hoy eso no es “democrático, no es constitucional”, creamos actividades que, por sí solas hagan esa labor, aislar e incomunicar.
Recuerdo leer un libro UN MUNDO FELIZ, de Aldous Huxley, escrito en el año 1932, en el que, el autor narraba una sociedad feliz, perfectamente manipulada desde la genética, donde cada miembro de ésta, los beta, los alfa, los gama y los épsilones, tenían una labor perfectamente definida y, todos ellos, se sentían perfectamente cómodos en su área de confort, no ambicionaban nada para lo que no habían sido estimulados.
Como conclusión, diré que nuestros hijos, nuestros nietos, tienen derecho a una sociedad donde cada uno de ellos, pueda elegir, pueda aprender , pueda opinar en libertad, y si para ello, debe, desde la niñez, construir una castillo de cartón, luchar con la espada de madera y, utilizar como moneda, cromos de cartón, no seré yo quien le quite ese derecho, por mucho que las noticias me quieran convencer que hay un mundo feliz, encerrado en una habitación, frente a la pantalla de un ordenador.
Manuel Rodríguez V.