Hace pocos días, entró en vigor una ley revanchista y cobarde que no se atreve a revertir un atropello perpetrado por Franco, hace más de 82 años y que todavía hoy pervive.
Los aprendices de becario que han redactado esta ley no se acuerdan de que el 8 de marzo de 1940 fue publicado en el BOE un decreto para cambiar el uso horario en España. Seguramente guiado por los antecesores del comité de expertos que 80 años después asesoraría a Pedro Sánchez, durante la pandemia del COVID 19, el general Franco decidió que el sábado 16 de marzo de 1940 a las 23h serían las 24h, imponiendo de ese modo el uso horario de Alemania, frente al horario del meridiano de Greenwich donde se sitúa la Península Ibérica, Canarias, Portugal o la Gran Bretaña. Podríamos pensar que el dictador nos dejó una maldición, en forma de hora adelantada que 82 años después sigue vigente, gracias a demagogos desmemoriados que asocian gobernar con imponer una historia sesgada e ideologizada, mostrándose incapaces de deshacer un atropello que cotidianamente perjudica nuestra salud y contribuye a que los españoles tengamos fama de poco puntuales, siendo la responsable de que alarguemos nuestra actividad nocturna, acortemos horas de sueño o seamos poco productivos en nuestra jornada laboral, gracias a esos 60 minutos cuya escasez nos llevan siempre acelerados.
Esta hora de adelanto permanente, desmonta una filfa de ley cuya denominación es propia de cualquier dictadura ocupada en adoctrinar súbditos, promulgando por norma una memoria oficial con el fin de discriminar entre los buenos y los malos de una guerra fratricida, en la que si algo hubo, fueron hermanos, vecinos y paisanos empecinados con ideales que solo sirvieron para que los españoles lucharan entre sí, azuzados por potencias extranjeras interesadas en expandir el fascismo y el comunismo.
La izquierda española, espero que el adjetivo no moleste, siempre estuvo obsesionada con reescribir nuestra historia y cambiar las tradiciones. Asomó la nariz seis años después de morir Franco, de la mano de un coleccionista de nacionalidades al que, no bastándole con ser español, desde 2014 es colombiano y desde hace 8 meses también dominicano, quizás en previsión de que algún día la "memoria" alcance a un tal "Mister X".
Fueron años aquellos de transición y trapicheo, en los que el cambio más sustancial sufrido por los españoles se produjo en el ámbito moral, asumiendo la indecencia o el incumplimiento de "la palabra dada" como algo normal. Ejemplo de ello fueron políticos como Javier Solana, que transitó durante su paso por el gobierno, del "No a la OTAN" a secretario general, Alfonso Guerra, Narcís Serra o tantos otros que, con permiso de la Familia Pujol, contribuyeron a hacernos ver la mediocridad de los políticos y su corrupción como algo intrínseco y cotidiano, con la imprescindible colaboración de la televisión pública y del grupo PRISA. Erradicar la moral cristiana y normalizar la corrupción atea fue el peaje que hubo que pagar por hacer una transición "modélica", "mediocre" y "aconfesional" en la que personajes como D. Juan Luís Cebrián pasó de ser director de informativos de TVE, cuando gobernaba Arias Navarro a director de El País, en la época de Felipe González, ocupando hoy el sillón "V" de la R@E.
El peaje que había que pagar por convertir a España en un país "moderno", consistió en llenar los bolsillos de demasiados sinvergüenzas, agazapados dentro y fuera de los partidos gobernantes, con la imprescindible intermediación de las grandes constructoras españolas que siendo adjudicatarias de obra pública, inflaban costes y repartían comisiones, hasta el punto de que cuando hoy algún político habla de "estado del bienestar" , "modernizar las infraestructuras" o del AVE, los que trabajamos nos echamos las manos a los bolsillos. Sin duda son cosas muy recientes las que esta ley de "memoria perversa" quiere que olvidemos, estableciendo una "memoria única" a la que falazmente llaman "democrática".
Tenían que cambiar las cosas o al menos parecerlo, por ello la primera "transformación" que hizo el PSOE cuando llegó al poder consistió en echar a Tico Medina, aquel "hombre del tiempo" pionero de la información meteorológica, defenestrado por el padre de la hoy ministra, Sra. Calviño. Otro cambio trascendental fue cuando Alfonso Guerra pronuncio aquel famoso "Montesquieu ha muerto" simbolizando la abolición definitiva de la separación de poderes, determinate para una forma de gobierno que sea digna de llamarse democracia. El Sr. Guerra como buen visionario sabía lo que podría pasar, si no tenían al poder judicial controlado, cuando algún político socialista llegase a los juzgados. También recuerdo la eliminación de fiestas tradicionales como Jueves Santo, San José o Corpus Cristi. Al tiempo que se imponían festividades artificiosas, como el día de la Comunidad autónoma o el de la Constitución. Si bien aquel laicismo de medio pelo, no se atrevió a liquidar la Semana Santa, la Navidad o con el día de La Virgen. Por no hablar de la famosa "Reconversión industrial" que encubrió esa monumental demolición fabril, perpetrada por los socialistas, justificada según ellos, por la falta de competitividad de la industria española, igual que hoy dicen que los pantanos no son ecológicos.
De qué nos sirve tener esta ley de "memoria democrática", si una sola hora es suficiente para poner de relieve toda la hipocresía de la izquierda española, valiente para censurar la parte del pasado que no puede cambiar, pero cobarde e incapaz de arreglar el presente restituyendo los 60 minutos que Franco se merendó con una página del BOE hace 82 años.
José Munuera Lidón